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Dimensiones de nuestra Forma de Vida

En nuestra particular forma de seguimiento, tenemos claro el camino trazado por santa Clara en su Regla:
vivir el Evangelio que es Cristo, en obediencia, en desapropio y en castidad. (cf. RCla. 1-2)

Los consejos evangélicos abarcan la totalidad de la vida e implican para nosotras el todo de nuestra consagración, añadiendo a ellos otros valores fundamentales como son la fraternidad, la contemplación, la misión y el servicio.

Sin nada propio (Pobreza)

El desapropio, lo entendieron tanto Francisco como Clara, como la Kenosis de Cristo descrita por San Pablo, en el Himno a los Filipenses*.

(cf. Fil 2, 6-7) "Cristo, a pesar de su condición divina no hizo alarde de su ser igual a Dios, sino que se abajó y se despojó de su rango haciéndose uno de nosotros, menos en el pecado."

No entendieron la pobreza como penitencia, ni la abrazaron por simple ascesis, sino como opción por Cristo, porque él al venir a este mundo eligió ser pobre desde Belén hasta la cruz, y Clara hizo de ésta pobreza su Forma de Vida, vida evangélica de sencillez que lleva al conocimiento de la voluntad del Padre de las Misericordias.

Él es nuestro modelo a imitar, en un continuo volver al punto de partida, a ése Jesús llamándonos a seguir sus pasos: él, que siendo el Hijo del Hombre no tuvo donde declinar la cabeza y que, cuando la tubo, la inclinó en la cruz para entregarle a Dios Padre su Espíritu.

Esto significa la entrega total de la vida de una clarisa, seguir al Maestro pobre y crucificado, obediente a la voluntad del Padre, que nos dice que sólo los pobres pueden descubrir la sabiduría, la grandeza y la belleza del Reino encarnado en lo pequeño de lo cotidiano.

Pobres de espíritu y ligeras de equipaje, ganando nuestro pan con la destreza de nuestras manos, compartiendo la suerte de todos los hombres.

Esta dimensión del trabajo la vivimos como un don y en plena libertad, como lo dirá la Madre santa Clara: (RCla7, 1) " Las hermanas a quienes el Señor ha dado la gracia de trabajar, que lo hagan con fidelidad y devoción..."

El binomio pobreza-trabajo es realmente una gracia que nos hace solidarias,  comprensivas, creativas, emprendedoras, humanas..., aprendemos con ello la riqueza del trabajo en equipo, nos propicia tiempos de silencio, meditación, momentos de oración en los que recordamos a todos aquellos hermanos que se encomiendan a nuestras oraciones y se unen a la nuestra.

Obediencia

(Mt 16,24) Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga.

La obediencia parece un término hoy en desuso y un tanto anticuado en una humanidad que presume de libertades e independencias, nuestra obediencia se basa precisamente en la libertad que propicia el encuentro con Aquel que es capaz de llenar el corazón y lo capacita para una entrega generosa de todo cuanto se es, como Él mismo que vivió totalmente entregado al querer del Padre.

Castidad

(1CtaCla 12) “Sois esposa, madre y hermana de mi Señor Jesucristo”

La virginidad-castidad por el Reino de los cielos es un signo inequívoco de la donación total que cada una hace de sí misma, para responder a una particular forma de seguimiento en la vida religiosa.

Cristo es quien nos convoca, él es el principio activo que crea lazos de fraternidad y nos capacita así, para una respuesta responsable y libre a la hora de testimoniar el Amor que nos habita en el interior, Amor que unifica e integra por dentro, haciéndonos alcanzar el amor universal a todos los hombres, desde el Amor descubierto y acogido de la Persona de Jesús de Nazaret.

Él es el fundamento último y único de toda virginidad consagrada y un modo original de ser signo y testimonio de amor en total donación, a Dios y a los hermanos.

En casi todos los escritos de santa Clara, encontramos el tema de la virginidad esponsal, ella se siente identificada con esta dimensión de la vida de Jesús. Pues la virginidad de Jesús es un hecho histórico y una novedad teológica.

Jesucristo es el Espejo donde Clara se mira constante y únicamente, su viva es cristocéntrica y trinitaria a la vez.

De ahí que Clara exprese más de una vez su experiencia y exhorte a sus hijas a saberse poseedoras de un don excelente: (1CtaCla 12) “Sois esposa, madre y hermana de mi Señor Jesucristo”

Clara se siente atraída por el tema de los esponsales místicos, de la maternidad espiritual y de la fraternidad, como fruto de haber experimentado la grandeza y la belleza del Amor de Dios, que tiene el extraño poder de hacer nuevas todas las cosas.

Comprendió la vivencia de la virginidad no como simple visión escatológica de la vida futura, sino como algo que le prepara y la hace participar de la condición del Esposo, en el aquí y ahora, en las dimensiones de su pobreza, su Kénosis y la misma Cruz; pero también de la alegría de ser parte del Reino que nace con Jesús y se realiza en los hermanos, en la naturaleza y en todo cuanto existe.

La mística esponsal, tal como la entendió Clara es una experiencia que transforma el corazón, manteniendo en él la novedad y la memoria del Amor primero.

La maternidad espiritual es la fecundidad de la esposa, son dos dimensiones que van unidas y que dan como fruto la gozosa experiencia de la fraternidad, por eso en el corazón de una clarisa caben todos los hermanos, porque lleva en sí al mismo Cristo.

Fraternidad

La Fraternidad junto con la pobreza son los dos pilares fundantes sobre los que se asienta la Forma de Vida iniciada en san Damián y continuada hoy en cada fraternidad.

Ser hermana supone saberse hija del Padre de las Misericordias, compartiendo juntas la filiación divina con Jesucristo en el camino de llamamiento-seguimiento, guiadas por el Espíritu.

Toda fraternidad tiene su origen Trinitario, sólo así es posible comprender el por qué las hermanas son un “Don” que Dios otorga, tal como lo experimentaron Francisco y Clara cuando relatan su itinerario vocacional: (cfr. Test 14; TestCl 25) “Cuando el Señor me dio la gracia de tener hermanas…”, la gracia se manifiesta y tiene su rostro en cada hermana, juntas buscamos encarnar y testimoniar el Evangelio del amor fraterno y universal, Santa Clara nos lo recomendó cuando nos dice: (TestCl 59) "Amándoos mutuamente con la caridad de Cristo,  manifestad exteriormente,  con vuestras obras,  el amor que interiormente os tenéis, hasta el don sin reservas,  como Cristo nos amó" en una común responsabilidad en la búsqueda de reciprocidad en el amor recibido de Dios, siendo para cada una y para los que nos contemplen ejemplo y espejo

La contemplación-misión.

(2Cta 20).“Observa, considera, contempla con el anhelo de imitarle, a tu Esposo, el más bello entre los Hijos de los hombres, hecho por tu salvación el más vil de los varones: despreciado, golpeado y azotado de mil formas en todo su cuerpo, muriendo entre las atroces angustias de la cruz

Contemplar es ver más allá de lo que ven los ojos corporales, es aprender a “mirar” con los ojos del corazón, activando todos los sentidos.

Clara pone al Pobre Crucificado como “Espejo” de la contemplación. Une la contemplación y el testimonio como dos realidades complementarias, ya que la metáfora del espejo conlleva la dimensión de testimonio, de compromiso y de anuncio del Evangelio.

Pero el “Espejo” es Cristo, en él cada hermana ha de mirarse para ser ella ejemplo y espejo para las demás.Ser espejo de Cristo no es un privilegio, sino nuestra vocación misionera que testimonia la vida del resucitado en medio de nosotros.

Nuestra contemplación es ya oración en acción que lanza a la misión, desde el claustro llevamos el consuelo y el aliento de Dios, con nuestro silencio orante gritamos al mundo la llegada del Reino, cada mañana estrenamos una mirada limpia con la que contemplar la realidad desde el lado de Dios; estando aquí no ignoramos el dolor de los demás, ni las angustias que la vida puede traer, pero añadimos la esperanza y el consuelo de la promesa de Jesús: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos” él sostendrá nuestra fe hasta que le descubramos caminado a nuestro lado y partiendo para nosotros el pan de la alegría y el gozo del Espíritu, como único capaz de renovar el corazón del hombre para que éste pueda contemplar su historia como historia de salvación..

Ésta es en resumen nuestra misión, en palabras de Santa Clara: somos llamadas a ser cooperadoras del mismo Dios y sostenedoras, con nuestra vida orante, de los miembros vacilantes del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

(cf. 3CtaCla. 8). Orar para que Dios lo sea todo en todos y que cada hombre sienta en su vida la presencia amorosa de Dios Padre, manifestado en el Hijo hecho hermano nuestro, mediante el Espíritu Santo.

El servicio

Nuestra vocación evangélica, desde Clara hasta hoy, ha de ser entendida como un servicio a la Iglesia y para la Iglesia.

Clara al igual que Francisco se sintió llamada a reconstruir la Iglesia, no el edificio material, sino el espiritual, necesitado siempre del impulso renovador del Espíritu, de la frescura y la novedad del Evangelio.

La contemplación de la vida de Cristo crea una especial sensibilidad para con los más débiles, nosotras desde muestra vida oculta con Cristo en Dios, queremos servir a nuestros hermanos, siendo apoyo de la fe de los dudan, de quienes han perdido el ánimo y la esperanza, de aquellos que no tienen ilusión…, consagramos nuestra vida para servir a nuestro mundo de forma sencilla, oculta a los ojos de los hombres pero manifiesta a los ojos del Creador que todo ama.

Nuestro servicio consiste en ser ofrenda, consagradas en el Consagrado, Cristo, como Él que se entregó a la voluntad del Padre, en bien de los hermanos.

Comunidad de Hermanas

Quienes Somos.

El Hijo de Dios se ha hecho para nosotras camino...

(TestCla.5)

Toda experiencia vocacional arranca así: con un encuentro. Encuentro con la Persona de Jesús y su invitación a seguirle, éste encuentro-llamada marcó y sigue marcando la vida de tantos hombres y mujeres, que con docilidad de espíritu se dejan seducir por su voz y con firme propósito le siguen a donde quiera que vaya.

Nosotras formamos parte de los que, dejándolo todo le hemos seguido, y nuestro seguimiento tiene un matiz especial: la belleza de la espiritualidad franciscana, con la que hacemos presente la realidad de nuestra opción por una vida evangélica. Para santa Clara de Asís,  nuestra Madre fundadora, éste fue el fundamento y el cimiento de su vocación: poner siempre en el centro a Cristo en las diferentes facetas de su existencia, de ahí que nuestra fraternidad pretenda encarnar los valores del Reino, con nuestra vida sencilla y alegre, silenciosa y atenta a las necesidades de los herman@s.

Nuestra presencia contemplativa y orante en la sociedad y, concretamente en los momentos que vivimos no es un estar pasivo, sino un acercamiento activo a todos desde nuestra oración que,  aunque invisible a los ojos del mundo, está presente a los ojos de Dios y acompañamos desde Él y con Él cada uno de los momentos por los que atraviesa la humanidad.

LAS HERMANAS DE SANTA CLARA EN HELLIN.

La ciudad de Hellín está situada al sureste de la península, en la provincia de Albacete y dentro de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha.

Con sus 30.306 habitantes es el segundo municipio más poblado de la provincia después de la Capital.

Hellín es un lugar acogedor, alberga en su interior una riqueza peculiar, caracterizada por su clima, entorno natural, patrimonio cultural, Industria, gastronomía, tradiciones, destacando sobre todo su Semana Santa… y sobre todo, la belleza más grande la encierra cada uno de sus habitantes que hace que éste lugar forme parte del colorido, multiforme y pintoresco mapa de España.

En cada rincón de la geografía española encontramos huellas del rico patrimonio artístico religioso que nos recuerdan las profundas raíces en las que se fundamentan la fe del pueblo.

Como un eslabón más de esa historia viva, la entonces villa de Hellín, se vió enriquecida con la llegada de los frailes Menores en 1524, que, a su vez promovió el florecimiento en la población de los ideales de vida religiosa de la Tercera Orden Franciscana.

Pronto se hizo conveniente que hubiera un monasterio de la Orden de Santa Clara en la villa “para que las doncellas principales y honradas, virtuosas y honestas que quisiesen ser monjas no se tengan que ir a otro lugar”

Esta fundación se llevó a cabo a instancias del bachiller don Luis de Caravaca, beneficiado de la parroquia de Santa Catalina de la ciudad de Murcia, quien, en el año 1601, declara en su testamento que, “es mi voluntad como siempre lo ha sido de fundar un monasterio de monjas religiosas de la Orden de San Francisco baxo la regla de Santa Clara en mis casas propias de morada que tengo en esta Villa con un guerto que ay en ellas con agua perpetua que tiene y todas las casas accesorias y solares que están junto dellas.

Una vez obtenida la licencia del ministro general de la Orden de Frailes Menores, del Obispo de Cartagena, don Alonso Coloma, y la real cédula de Felipe III, el 22 de julio de 1604 llegaron a Hellín las fundadoras procedentes de los monasterios de Murcia, Orihuela y Alcocer.

Desde su llegada a Hellín comparten las alegrías, tristezas, preocupaciones y anhelos, tanto de sus conciudadanos como de cuantos se encomendaban a su intercesión y consejo.

Como consecuencia de ése compartir las alegrías y tribulaciones de la sociedad, la comunidad vivió la supresión de las congregaciones femeninas que se consumó con la publicación de la Ley de 29 de julio de 1837.

Las religiosas fueron despojadas de su patrimonio y también en 1936 tuvieron que abandonar el Monasterio con motivo de la guerra civil, pudiendo regresar un 22 de julio, tres años después.

En el recorrido por las vicisitudes históricas que han marcado estos años de fundación: conflictos armados, persecución, penurias económicas y desapropiación, desamparo institucional, exclaustración… aquellas mujeres no vacilaron en su propósito de entrega fiel y generosa, sufrieron y sobrevivieron.

Supieron rehacerse de las adversidades con sacrificios y penurias.

Debido a los desperfectos sufridos en la guerra, el Monasterio nunca pudo restaurarse debidamente por falta de medios económicos, lo que obligó con el paso de los años a tomar la decisión más sencilla y menos costosa, como fue la construcción de una nueva edificación en el paraje donde está ubicado actualmente el Monasterio.

Somos responsables de la herencia transmitida, deudoras de aquellas que nos precedieron en este camino de fe y de esperanza; de tantas vidas entregadas en el silencio del claustro, que supieron, con su oración, mantener vivo el espíritu de Santa Clara.